Empecé esta edición varias veces y cada intento fue abandonado. Si bien enero fue un mes de descanso (¡y ya estamos casi en abril!), vengo pensando en esta edición desde entonces, e incluso antes.
Como ya he mencionado en otras oportunidades, hice este newsletter para reflexionar sobre lo que me pasa cuando me siento a trabajar, y lo que me pasa —desde hace tiempo, pero con notable intensidad en los últimos meses— es político.
Quizás hace unos años era algo más habitual en mí, pero eventualmente dejé de compartir contenido político en Instagram —el único lugar donde he tenido más o menos presencia—, porque sentí que no tenía impacto ni sentido. Republicar contenido de terceros, con alguna reflexión breve en historias a fines de adaptarme al formato de caducidad y entretenimiento, se sentía como un acto estéril. Nunca era disparador de conversaciones ni debates significativos; a lo sumo recolectaba un par de corazones como tímidas muestras de acuerdo mientras perdía seguidores (que allá ellos). Pero la sensación era siempre la misma: una simple réplica contenida, un compromiso cómodo, la llamada "militancia de redes".
Tampoco espero que un posteo mío cambie el mundo, por supuesto. Ni me subo a ese poni porque no me atribuyo ese rol, no es mi vocación ni tengo formación política o social, solo un gran interés por reflexionar y tratar de entender un poco los contextos y realidades que nos tocan atravesar como sociedad. Pero las redes de pronto nos exponen a muchísima información y, sumergidos en esa vorágine constante de info, es común sentir que tenemos que dar nuestra opinión, posicionarnos constantemente y hacerlo público.
Por eso me he mantenido relativamente al margen de expresarme, pero últimamente me siento impotente, frustrada, enojada, triste. A veces aturdida. La mayor parte del tiempo, desesperanzada. Y me pregunto una y otra vez qué sentido tiene todo esto: ¿qué sentido tiene hacer lo que hago?, ¿qué sentido tiene intentarlo cuando todo alrededor es grave, triste y urgente, o cuando a veces parece no importarle a nadie? La respuesta más honesta: es lo único que sé hacer.
Y si bien sigo pensando lo mismo, todas estas emociones y preocupaciones han aumentado considerablemente en estos últimos meses porque es evidente que ha escalado la locura y no decir nada al respecto me incomoda.
Pienso que quizás la locura sea como un líquido, denso pero hábil, que se cuela y llena cada intersticio que encuentra. Poco a poco nos envuelve a todos, empañando nuestra visión hasta conseguir que las cosas dejen de parecernos tan graves, tan importantes, tan espeluznantes. Quizás nos paraliza frente a una pantalla que nos devuelve imágenes de perritos o de lo que sea que nos resulte efectivo para escapar de la angustia de vivir en este mundo que nos han dejado y que estamos dejando. Pero es un espejismo. Pueden usar miles de palabras para armar un relato de lo que está pasando, pero hay una sola palabra precisa para describirlo. Lo que está pasando está mal, en prácticamente todos los sentidos, y estoy convencida de que aún no dimensionamos el daño. Me entristece pensar que, como sociedad, nos hayan roto hasta el punto de ya no poder verlo. Pero también quiero pensar que podemos hacer más que compartir un posteo para cambiar lo que está pasando.
Luego de lo sucedido en la última marcha de jubilados, encontré una pregunta que me parece importante pensar: ¿cuál es nuestro límite? Yo empecé esta edición meses atrás con la sensación de que hemos perdido el sentido de las palabras, nos las han quitado, las han profanado. Quizás si lo recuperásemos, si volviéramos a poner el valor en las palabras, en las acciones, en las personas —y no en los números, los postulados vacíos y los ídolos—, despertaríamos de este letargo insoportable que nos degrada, nos separa, nos enfrenta y nos paraliza a la hora de poner límites como sociedad.
Anoche empecé a leer Teoría de la gravedad, de Leila Guerriero, y me regaló esta frase al apenas abrirlo: "Nadie nos advierte, pero el infierno vive en nosotros bajo la forma de la indiferencia."
Dándole vueltas al asunto, buscando las palabras o las imágenes con las que trabajar, procrastiné bastante. Mientras trabajo cada tanto miro YouTube y, cuando me aburro de escuchar editoriales o malas noticias que me generan ansiedad, veo qué me ofrece el algoritmo. La semana pasada me topé con este video de una pintora trabajando con la paleta de Zorn y me dio curiosidad, así que entré. Ya había trabajado antes con esta paleta pero al ver el título se me prendió la lamparita: era la paleta que usaría en esta oportunidad.
Las paletas limitadas son un buen punto de partida para aprender sobre color, temperatura y armonía, y ayudan mucho a reducir la cantidad de decisiones que hay que tomar al momento de pintar. Esta paleta en particular, si bien es limitada, es bastante versátil en términos de tonalidades, al mismo tiempo que ofrece colores naturales y armónicos. Es por esto que suelen llamarla "la paleta de los tonos de piel".
Hace unos años hice una serie de retratos para experimentar justamente con esas tonalidades de piel, pero no había vuelto a usarla ni había probado hacer el círculo cromático que ofrece (aunque aquí aparece desarrollado linealmente, no en círculo). Como me fascina el color y me encanta el desafío de crear mezclas, tonos y valores, me puse manos a la obra.
Me sirvió mucho en momentos de bajón tener algo metódico y sin presión en lo que poder concentrarme. Si bien no estaba directamente trabajando en lo que era necesario, me permití hacer algo solo por el placer de hacer (!!!). En mi experiencia, sé que el negro con el amarillo me dan un verde musgo, pero ¿qué verde musgo me darán este negro/gris y este amarillo? ¿Y si cambiara el amarillo por uno más pálido, qué pasaría? El color me parece fascinante, y ejercitar esa memoria tonal es un reflejo que queda incorporado para futuras imágenes.
En la fila de arriba pueden ver cuáles son los colores "primarios" salidos del tubo de pintura, primarios entre comillas, porque justamente esta paleta se caracteriza por tener Gris de Payne en lugar de Azul, que es el componente frío tradicional de cualquier tríada de primarios. Lo que hizo el pintor sueco Zorn fue identificar que este pigmento Gris tiene un subtono frío azulado y, como el color es una percepción relativa —siempre percibimos los colores en contexto y no aislados—, lo sentimos como un azul profundo y oscuro en compañía del amarillo y del rojo. También este pigmento tiene otra particularidad y es que fresco se ve como un negro arratonado, pero al secarse el subtono azulado se percibe mejor, así que es prácticamente un acto de fe hacer mezclas con él porque hay un desfasaje interesante en su percepción.
Hacia el centro de la cuadrícula se trabajan 4 tonalidades desaturadas al blanco y en contraposición, en la fila inferior se parte desde el mismo primario de tubo pero mezclado/desaturado levemente con su complementario (Ocre / Violeta —Ocre en lugar de Amarillo—, Rojo / Verde, Azul / Naranja —Gris de Payne en lugar de Azul—) y estos se desaturan de nuevo en cuatro tonalidades hacia el blanco.
Los colores trabajados desde el tubo se sienten más brillantes, mientras que los desaturados con su opuesto ofrecen tonos más terrosos. Esto es por la desaturación de esta segunda tríada. Pensemos que, en mayor o menor medida, los tres colores tienen un poco de los demás en su composición. (El ocre tiene violeta que es la suma del rojo y el azul, el rojo tiene verde, suma de gris y amarillo, el gris tiene naranja, suma de ocre y rojo).
En el video, la pintora muestra otras combinaciones posibles, con amarillos más brillantes y rojos más apagados que ofrecen otras posibilidades de mezclas. Como la idea que tenía sobre el Diccionario era recuperar palabras haciendo alusión a un tiempo pasado, o a algo perdido, me pareció una buena idea usar una paleta un poco más muteada, sin perder variedad. Me incliné por el Ocre, que es de entrada un amarillo muy apagado, que da verdes más bien secos y apaga al resto de las combinaciones. Y también, como estoy pasando por una etapa de amor por el Bermellón, decidí priorizarlo como color brillante en esta selección. Si bien no se ve en ninguna ilustración, es el que le da brillo a los naranjas, violetas y a los tonos de piel, y profundidad a los verdes y marrones, además de ser el color base que usé para matar el blanco del papel.
En fin, podría seguir pero no quiero aburrir más 😅 me encanta el color, es infinito y me parece divertido experimentar y ampliar la biblioteca de colores que tengo a mano. Además de haber sido una buena excusa para disociar un rato 😛.
Terminando esta edición, espero que hayan tenido un lindo verano. Y ojalá que el año se presente estimulante y con buenos desafíos por delante. Gracias de nuevo, como siempre, por llegar hasta acá.
Hola Orne! Recién lo leo. cuando lo compartiste estaba en plena agitación de la mudanza y no tuve tiempo.
Me pareció muy profundo y sentido y adore esa paleta, me dan ganas de experimentarlo. Lástima que en gouache no exista el gris de paine. Pero quizas puedo armar algo parecido.
Hola! Me sentí muy identificada con todo lo que escribís sobre el contexto social y político, sobre manifestarse, perder seguidores, preguntarse por el sentido de las cosas.
No sé nada técnico sobre ilustración, pero me gustó leer sobre los colores y la forma que tenés de expresarlo.
Un beso!