Antes de empezar, quiero agradecerles por suscribirse y por dedicar un poco de su tiempo a leer este newsletter. Comencé este proyecto, y lo mantengo, con muchas dudas, pero lo cierto es que no tendría sentido sin su interés del otro lado, así que muchísimas gracias por estar acá. 🧡
Este mes quiero hablar de mi talón de Aquiles.
Tener ideas
Dentro del abanico de momentos que hacen al proceso creativo, y de las dificultades que cada uno conlleva, ninguno me resulta tan desesperante, incómodo y complejo de transitar como el de las ideas. Cómo me cuesta tener ideas!
Lamentablemente paso mucho tiempo en esta instancia, por varias razones —y empiezo a sospechar que están todas en mi imaginación.
Como el proceso creativo suele transitarse en soledad y se relaciona con los aspectos más íntimos de nuestra personalidad, tendemos a creer que solo nosotros padecemos esas falencias. Durante —muchos— años estuve convencida de que no tenía nada que decir. Cuando leí por primera vez el libro Arte y miedo, de David Bayles y Ted Orland (libro que recomiendo muchísimo a quienes se dediquen a cualquier disciplina creativa) entendí que no era un problema mío, sino algo en lo que yo particularmente tenía que trabajar más. Los autores lo exponen así:
Para el artista, todos los problemas relacionados con la práctica artística parecen absolutamente personales. Esto es comprensible, dado que no hay muchas otras actividades que pongan a prueba la autoestima de uno con tanta frecuencia. No obstante, en el fondo, esos problemas tienen que ver con la creación artística y nada más. 1
El problema es que nunca supe cómo trabajarlo, y aunque hoy tampoco lo tengo resuelto, últimamente me he esforzado en comprender qué me sucede en esos momentos de dificultad.
Por supuesto, durante otras etapas del proceso también enfrento dificultades: cómo mejorar un trazo, qué paleta de colores elegir, cómo trasladar lo que imagino a lo que —a veces pobremente— queda plasmado en el papel 🥲. Sin embargo, todas estas son instancias en las que siento que todavía tengo cierto control. Puedo aprender una técnica nueva, mejorar mi paleta o comenzar un dibujo de nuevo.
Pero la idea... es algo tan íntimo y ocurre en un lugar tan intangible que, a simple vista, me cuesta concebirla como algo perfeccionable o sobre lo que se pueda seguir trabajando. En mi fantasía, la idea es buena o no es.
Y este es precisamente el problema: es una fantasía y, por supuesto, estoy siendo ingenua. Al ser mi punto débil, en lugar de tenerme un poco de compasión y paciencia, pongo mis expectativas muy altas. Esto, por un lado, no me permite profundizar en nada de lo que se me ocurre; y por el otro, me lleva a idealizar tanto esa instancia que tener una idea se convierte casi en un acto de magia. Como consecuencia, siento que no poseo esa magia y que, por ende, no tengo nada que decir.
Es una línea de pensamiento bien dramática? Claro que sí, pero soy pisciana.
La verdad es que no estoy muy segura de cómo surgen las ideas, tampoco sé cómo otros las tienen o qué hacen con ellas. Ese proceso en los demás me resulta un misterio, y mi fantasía se concentra solo en el resultado final de la infinidad de ideas que otras personas materializaron en imágenes, objetos o canciones. Y ahí estoy yo, comparando esas obras terminadas con cualquier idea incipiente que se me ocurra.
Pero en ningún momento pienso en lo que no veo de esas obras terminadas y ahí está la trampa. Qué pasa con el trabajo que implicó llegar a esa obra final? Y qué pasa con las ideas que empezaron siendo unas y cambiaron en el camino? Con las buenas ideas que nunca se concretaron o con las que fueron olvidadas? Y las que nacieron de un error o una casualidad? Qué pasa incluso con las malas ideas?
Una buena idea
Profundizando en el tema de las altas expectativas, en defensa de mi superyó (?), reconozco que hay una razón detrás que quisiera rescatar: me gustan las ideas que inspiran. En esta época atravesada por la lógica de Instagram, en la que, para que nuestro trabajo sea visible, debemos convertirnos en mini fábricas de producción de contenido (y por supuesto, para mis niveles de exigencia, jamás pude usar mis redes con esos fines), hay que decir que no todo ese contenido generado es de calidad. O al menos, creo que a veces se hace difícil separar la paja del trigo.
Con esto no quiero sonar pretenciosa —aunque seguro lo haga— ni desmerecer el hacer por hacer. A saber, explorar técnicas, buscar lenguajes gráficos, estudiar composiciones, etc. En definitiva, disfrutar del dibujo y compartirlo con el mundo, si así lo deseamos.
Pero hay algo en el acto de contar, en la intención, que denota un trabajo más cuidado y atento, y que a su vez genera una interacción más profunda con el otro. Implica una inversión de tiempo y un tipo de atención diferentes, y esto resulta muy gratificante para quien lo pone en el mundo. Por que no dejan de ser fragmentos de algo muy propio. Y, más allá de las validaciones externas a las que muchas veces nos sometemos tramposamente, en esta era regida por intercambios de "likes", quizás recuperar ese tipo de interacciones nos devuelva un poco de humanidad.
De nuevo el drama, pero lo cierto es que pasé muchos años haciendo imágenes que comunicaban lo que “alguien” más quería decir (sobre todo marcas), y hoy tener la posibilidad de contar lo que yo quiero me parece tanto un privilegio como un desafío. Por que, qué es lo que yo tengo para decir?
Pero aunque dominar la técnica es difícil y requiere mucho tiempo, sigue siendo más fácil alcanzar un objetivo definido, una buena solución, que dar forma a una nueva idea. Es más fácil pintar los pies del ángel de la obra maestra de otra persona que descubrir dónde se encuentran los ángeles en tu interior. (…) En pocas palabras, el arte que trata con ideas es más interesante que el que trata de la técnica. La técnica se cuida sola.
Mente en blanco (o negro)
Ahora bien, si trato de poner en palabras qué siento cuando "no tengo ideas", diría que es como estar en un lugar sin rumbo. De ahí lo desesperante. Puedo pasar semanas, meses, he pasado incluso años, sin hacer nada.
Hay exigencia como vengo diciendo, pero también algo de miedo: las posibilidades son infinitas y se me hace difícil decidir. Y este es un combo fatal, por que si me cuesta decidir qué hacer, y cuando me decido, no lo considero lo suficientemente bueno como para hacerlo, no tengo mucho margen de acción, no? La parálisis es total.
En ese contexto, la idea representa un indicio. Y cuando lo encuentro, da origen a una búsqueda. Mientras la voy desarrollando, pueden surgir elementos nuevos, e incluso puede cambiar mucho, pero al menos me propone una dirección para explorar. Una vez que empiezo ese recorrido, todo fluye.
Lo cierto es que de a poco he descubierto que es mentira que no tengo ideas.
Encontrar el indicio
En el último tiempo, he podido identificar algunos síntomas que aparecen al momento de tener ideas. Y a su vez, estoy buscando estrategias para intentar desactivar mi automático impulso negativo de descarte:
La impaciencia. No nos tengo paciencia, ni a mí ni a mis ideas. Puede aparecer una idea chiquita, incipiente, pero allá va mi exigencia a cortarla de cuajo. Si no es lo suficientemente grandilocuente y original, no vale la pena. No son todas las ideas un Eureka!? Para contrarrestar a ese impulso destructivo estoy empezando a escribir. La desconfianza sigue muy presente, pero al menos salgo del lugar sin rumbo, lo cual ya es algo. Y si con escribir no me alcanza, hablarlas muchas veces termina de definir la dirección. Si bien me siento muy vulnerable cuando lo hago, el feedback de alguien que no está en mi cabeza me ayuda a valorarlas un poco más.
La procrastinación. Es domingo y tengo todo el día para trabajar en la idea que no tengo! Mientras tanto, voy a ordenar el escritorio, limpiar y hacer una tarta de manzana hasta que se me ocurra que hacer y sea lunes otra vez. Claro que las ideas no son programables, y mientras más las fuerzo a que aparezcan, más se esconden. Pero llenar el tiempo con cosas que hacer mientras tanto tampoco resuelve nada, por que se me va la vida en eso. Si no hago espacio real para conectar con las cosas que me movilizan e inspiran, la ecuación va a seguir siendo la misma.
La falta de confianza."Que no soy buena para esto, que no tengo nada que decir, que no se me ocurre qué hacer, qué tendré yo para aportar, que alguien ya lo hizo mejor, qué valor tiene", y la lista sigue. Intuyo que la falta de confianza se camufla también en excusas que responden a este miedo a crear que mencioné antes. Pero esto no aporta más que frustración y parálisis. Hay una frase que lo pone en otros términos:"Los artistas no se ponen a trabajar hasta que el sufrimiento de trabajar no es superado por el sufrimiento de no trabajar" (Stephen de Staebler). Y en esa misma línea, me acuerdo de algo que dice Hayao Miyazaki (!), en un documental sobre su proceso creativo: "Hacer películas solo trae sufrimiento". ❤️🩹
Todas estas excusas, en algún punto, dejan de importar, porque ese pesar revela la necesidad de crear, y crear es difícil. Este es el más difícil de todos, pero en lugar de enfocarme siempre en la inseguridad, quizás sea hora de abrazar lo inevitable del proceso: aceptar el trabajo que me implica hacer, sabiendo que es en esa instancia donde encuentro el mayor desafío.
Este es el tipo de temas que, al pensar en escribir este newsletter, me daba miedo tratar. Por lo vulnerable, por lo inconcluso, por lo personal. No dejo de sentirlo como algo muy propio, a pesar de saber que posiblemente alguien pueda estar identificándose con esto ahora mismo.
También ha sido este tema, el de las ideas, un gran condicionante a la hora de animarme a escribirlo. Voy a tener ideas para contar algo nuevo? Cada mes?!
Por ahora solo traigo estas reflexiones, a modo de catarsis. Espero que puedan servirles como disparador de reflexiones propias. Identificar en qué momentos somos crueles e impacientes con nosotros mismos nos da información valiosa, y trabajar en eso es, en definitiva, mejorar nuestro trabajo. Al fin y al cabo, es lo mejor que podemos hacer.
Los artistas mejoran labrando sus habilidades o adquiriendo nuevas; mejoran al aprender a trabajar y al aprender de su trabajo. (…) Por tanto, cuando te preguntes: “¿Entonces por qué a mí me cuesta tanto?”, habrás de responderte:”¡Porque hacer arte es difícil!”. Preocúpate de lo que haces, no de si te cuesta mucho o poco.
Comentarios sobre esta idea
Obvio que para ilustrar este newsletter no tenía idea qué hacer. 🙃
Estuvo escrito mucho antes de estar ilustrado porque no encontraba la forma de condensar lo que había desarrollado en el texto en una sola imagen. Lo único que tenía claro era, en primer lugar, la intención de experimentar con técnicas diferentes a las que suelo trabajar; en segundo lugar, no usar figura humana para evitar la literalidad a la que suelo recurrir; y por último, tratar de reflejar el concepto de idea como indicio. Pero en este punto entraba en conflicto: la verdad es que tener ideas es algo mucho más grande, abstracto y complejo. Y no solo esta era una sensación muy personal (así me siento yo cuando no tengo ideas), sino que también es lo que me pasa la mayor parte del tiempo, aunque no siempre.
Como también trabajé esta idea en el taller Los pájaros, las nubes —que, doy fe, es el lugar ideal para hacerlo 🌈—, Pauli me sugirió, a partir de la idea inicial que llevé a clase, crear una serie de imágenes que ilustraran las cualidades de las ideas mencionadas a lo largo del texto. Y eso me cambió el panorama.
Releí y ajusté el texto, identificando en qué momentos y de qué manera me refería a las ideas, propias o ajenas. Anoté el tipo de idea mencionada y comencé a asignarles metáforas que pudieran ser representativas de lo que quería decir. En ese momento, me di cuenta de que la mayoría de las metáforas que se me ocurrían eran objetos concretos, casi icónicos. Así que empecé a utilizar esa estrategia para pensar la serie de imágenes, aunque el proceso no fue tan fácil —de hecho, una de las imágenes la resolví momentos antes de cerrar esta edición—.
Con respecto a la técnica, tenía ganas de probar algo diferente, pero sentí que trabajar con papel sería lo más ágil en primera instancia. Busqué mi escueta colección de papeles de colores, elegí una paleta y me puse a recortar. Cuando empecé a ver cómo se armaba ese conjunto de papelitos, me gustó cómo lo simple de las siluetas aportaba a la idea de iconicidad. Por eso, decidí no darle más vueltas y quedarme con el papel, interviniéndolo ocasionalmente con grafito.
Tiendo a ser muy literal y detallista al trabajar. Aunque no son necesariamente aspectos negativos, estoy tratando de mejorar en esto también, y dibujar para el newsletter es una excelente excusa. Intentar llegar a una solución de maneras diferentes a las habituales es un lindo desafío. Incluso si al final vuelvo a las mismas técnicas o me quedo con el primer intento porque fue lo más acertado, explorar nuevos caminos —tanto en la ejecución como en el pensamiento— es siempre enriquecedor.
Cosas que disfruté este mes
(post) Postlude En realidad, vengo disfrutando esto hace meses, escuchándolo casi a diario. Este mes, Enzo—mi pareja—lo registró en un video que publicó hace unos días. Son variaciones sobre lo que entiendo es un fragmento de una obra de este señor Adam Suggs (a quien desconozco 🥸) pero ciertamente hace música muy bonita.
Kinds of kindness La última película de Yorgos Lanthimos me encantó. Es un estilo de cine incómodo, que hace una crítica sobre lo complejo de las relaciones humanas, el libre albedrío y las cosas en las que elegimos creer. Visualmente también es impecable. Recomendadísima!
Gracias gracias gracias por llegar hasta acá.
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Todas las citas son del libro Arte y miedo, de David Bayles y Ted Orland.
Sabes? Me identifico mucho con cosas que describes. Sin embargo te confieso que no logro llegar a la creación a veces, me la paso dando vueltas en mi cabeza. Celebro que tú puedas pasar al papel, al color y al grafito, me parece que es la prueba de que eres una verdadera artista que tiene momentos donde permanece dormido su espíritu creativo. Como un panque en el horno de a ratos para llegar al punto exacto. Sigamos tratando de crear mi querida Orne.
Hermoso ❤️