De nuevo, muchas gracias por estar acá, esta vez un poco más tarde. Mientras escribía y pensaba sobre qué hablar, la idea fue mutando y me encontré sobre la marcha cambiando los planes que tenía para esta edición.
Hace unas semanas me apareció en Instagram un tweet en clave de meme que hablaba sobre el origen del término "freelance". Lanza libre en español, se usaba en la Edad Media para referirse al caballero que no le rendía pleitesía a ningún Lord, sino más bien, que vendía sus servicios —o sea, su lanza— al Señor que mejor pagara por ellos. Lo que también conocemos como mercenario.
Más allá de lo simpático de la referencia (particularmente me encantan las historias de caballeros), la figura de mercenario me vino bien para ilustrar algunos pensamientos que vengo teniendo en el último tiempo.
Este mes cumplo un año freelanceando. Si bien podría decirse que tomé la decisión mucho antes, en noviembre apareció el miedo REAL por sostenerme económicamente por mi cuenta y empecé a hacerme cargo de todo lo que implicaba este nuevo formato de trabajo.
Estoy lejos de poder dar consejos sobre el tema, e incluso de recomendar este estilo de vida. Pero sí puedo decir que a lo largo de este año, observé cómo fui pasando por algunas etapas que, al conversar con colegas, noto que son comunes a todos. Y aunque este no es un artículo sobre querer ser freelance, si es un artículo sobre querer ser.
Voy a hacer un breve racconto de lo que fue este año para llegar a mi punto. Al principio, me invadió un sentimiento de ansiedad, angustia y desconcierto. Siempre había trabajado en relación de dependencia, es decir, alguien siempre me había dicho qué hacer. Hasta que entendí que a partir de ahora nadie iba a hacer nada por mí más que yo misma. Suena absolutamente obvio, pero en serio me llevó un tiempo darme cuenta.
A partir de ese momento algo empezó a moverse. Aunque al principio desconfiaba de todo lo que hacía —incluso de mi pareja, familia y amigas, quienes me consolaban en cada ataque de llanto asegurándome que todo estaría bien (Gracias a ellos, dicho sea de paso, por confiar y ver lo que yo no podía ver entonces.)—, paso a paso fui saliendo de esa parálisis inicial hasta encontrarme meses después dando mis primeros talleres y “milagrosamente” recibiendo mails con pequeños encargos que me mantenían ocupada (y recibiendo también con ilusión, mis primeros modestos pagos). De a poco empecé a creer en que quizás sí podía llevar adelante esta elección, a pesar del miedo que me daba.
Sin darme cuenta, siguió aprender a cotizar (lo cual se repetirá por toda la eternidad), aprender sobre facturación (igualmente interminable); tenerme fe con los plazos, equivocarme con los plazos, planificar mejor para cumplir con los plazos; encontrar una forma saludable de tratar con clientes, sabotearla por ser muy ansiosa; resolver situaciones imprevistas, trabajar hasta tarde, trabajar todos los fines de semana por que lo que estaba haciendo “me divertía mucho” o “no tenía nada mejor que hacer”; enfermarme, trabajar con dolor (¿sobrevivirán mis cervicales para contarla?), no tener más trabajo, volver “milagrosamente” a tener encargos, decirle a todo que sí, pensar que quizás ya estoy lista para priorizar los encargos que me gustan más por sobre los que menos, aprender a decir que no, sentirme satisfecha por haber dicho que no, sentir culpa por haber dicho que no, sentir miedo por haber dicho que no; volver a no tener trabajo, y preguntarme: y ahora qué?
En el último tiempo, con menos proyectos en los que estar ocupada, volví a tener espacio mental para pensar en lo que estoy haciendo y en el rumbo que esta tomando mi trabajo. Y la conclusión que empiezo a esbozar es que, a pesar de haber elegido ser freelancer para poder dedicarme a lo que yo quiero hacer, corro el riesgo de que mis propios vicios (mi yo impostora, procrastinadora, desconfiada), y un poco la coyuntura económica (que nunca puede dejarse de lado) me retengan en el mismo lugar del que quería salir. Constantemente trabajar para otros “Señores”. Que alguien más me diga que hacer. E incluso seguir esperando que alguien más haga algo por mí en lugar de hacerlo yo misma.
¿Pero qué pasaría si empezara a considerarme a mí también como una “Señora”? ¿Si dejara espacio para trabajar en las cosas que quiero conseguir? ¿Si pudiera convertir utopías olvidadas en trabajos disfrutables? Este pensamiento ha comenzado a tomar otro carácter en el último tiempo.
Por supuesto, el trabajo para clientes es importante y, en ocasiones, incluso gratificante. Además, sigue siendo mi principal fuente de ingresos lo cual no es nada menor. Pero sería bueno no perder de vista por qué estoy eligiendo hacer esto, cómo me veo a futuro, y qué sentido tiene para mi esta “libertad”.
Haber empezado este newsletter fue un acto de rebeldía frente a la Orne que no dejaba espacio para lo propio. Lo mantengo y me animo a escribir cada mes como bastión de ese deseo de hacer algo que quiero. De hecho, cada mes escribo sobre lo que tengo dando vueltas en la cabeza, lo cual me ayuda muchísimo a ordenarme y a ser más consciente de mis procesos. Y contrario a lo que temía —quedarme sin ideas—, escribirlo me mantiene inevitablemente en movimiento, aprendiendo y replanteándome cosas todo el tiempo. Viéndolo con un poco de perspectiva, incluso puede que sea de lo más auténtico que he hecho este año.
Un compromiso conmigo misma
Como no suelo ser disciplinada y consistente con mis propósitos, en los últimos años sobre todo, he buscado "métodos" para mitigar la procrastinación y la falta de constancia. No siempre lo logro, pero los veo como formas de hackear mi tendencia a quedarme en mis zonas de confort.
Soy fan de buscar formas de organizarme. Suelo ver videos en YouTube para aprender sobre hábitos de otras personas, e incluso he tomado talleres de organización de hábitos laborales o proyección de objetivos. Claro que estos métodos no siempre me funcionan al 100%, pero generalmente termino tomando ideas de acá y de allá para armar algo que se alinee con lo que necesito y que me resulte sostenible en el tiempo.
A veces lo que cuesta también es comprometerse, algunos hábitos son más “fáciles” que otros. Por ejemplo, es más fácil llevar una lista de pendientes diarios que sentarse a escribir este newsletter cada mes. Implican un compromiso, una proyección y una incomodidad distintas.
Por eso, mientras escribía esta edición, se me ocurrió idear un plan para materializar las cosas que quiero hacer. Algo así como un Compromiso conmigo misma. La idea es probar no solo hábitos, sino también prácticas, proyectos o experimentos que se alineen con mis objetivos, para dejar de postergarlos por no darles el espacio ni el tiempo que merecen. Aunque muchas de estas cosas probablemente no sean realizables de un mes a otro, algunas veces se superpongan o se pausen, mi intuición me dice que compartirlas aquí podría ayudarme a darles entidad. Y ojalá también sirva para inspirarles a hacer algo parecido, si algo de todo esto les resuena.
Y qué serían estas cosas? Un montón. Podría ser desde empezar una práctica de sketchbook a terminar mi primer libro ilustrado, volver a trabajar en cerámica o ejercitar narrativas gráficas. Puede ser cualquier cosa que en ese momento quiera priorizar.
Un compromiso con quien quiero ser
En línea con esto de querer ser, otra de las cosas en las que he pensado mucho últimamente es en la identidad. Sobre buscarla, y también abrazarla.
Con respecto a la ilustración, siempre he sido versátil, en algún momento me sentí como un "camaleón". Me fascinan las distintas materialidades, las texturas, la variedad. Probar cosas. A veces también siento que una idea “se resolverá mejor” con tal o cual técnica. Obviamente no resuelvo todo con la maestría de lo específico, pero digamos que me doy maña. El problema que observo hoy es que en ese abanico de posibilidades, me perdí. Nunca profundicé en nada concreto, y si bien esto puede ser visto como algo positivo a veces, sobretodo en el mercado freelance, el haberme dedicado a trabajos de clientes en el último tiempo hizo que hoy me sienta un poco perdida en cuanto a mi portfolio: qué es lo que tengo para ofrecer, qué me diferencia de otros ilustradores, y —lo más importante— qué tipos de trabajos quiero hacer.
Por eso, mi primer compromiso será intentar profundizar en algo. Los trabajos que más disfruté este año fueron hechos en óleo, explorando formas de pintar y componer diferentes a las que suelo abordar intuitivamente, y tengo ganas de descubrir a qué lugares me lleva este material. Es una técnica que implica cierto despliegue, así que el desafío estará en ganarle a la fiaca y animarme a lo que pueda salir de esa práctica.
Por lo pronto, veremos el mes que viene si mi plan funciona 😉.
Pero como muestra de que todos los procesos cuestan, y empezar algo de nuevo implica volver a enfrentarse a los mismos desafíos una y otra vez, casi claudico con la ilustración de este mes. Al principio, me costó entender qué quería representar visualmente sobre esta edición. Cuando lo descubrí, la única imagen que se me venía a la mente era tan obvia y cliché que me exasperaba, pero habiéndome pasado del plazo autoimpuesto para la publicación empezaba a sentir una urgencia incómoda. La hice igual, pero cuando la terminé no se sentía mía; parecía salida del prompt de una IA.
Resignada, lo comenté en el Taller, y fue entonces cuando Paula me hizo notar que, con la ilustración, estaba haciendo lo opuesto a lo que decía en el texto. No estaba haciendo lo que quería, estaba cumpliendo un deadline. Así que solté la urgencia, releí el borrador varias veces, escribí sobre las sensaciones que tenía al pensar en hacer lo que quiero, y unos días después apareció algo, y esta vez se sentía un poco más propio.
El resultado es este autorretrato incompleto: quien soy hoy todavía no tiene definición pero me estoy construyendo (y descubriendo) mientras trabajo en hacer lo que quiero.
Para la paleta, usé mis colores preferidos del momento, Lago Geranio (la versión del Rojo Quinacridona de W&N) y Azul Ftalo, y agregué muy poquito de Amarillo de Cadmio y Tierra Sombra Tostada para incorporar un poco de calidez y “suciedad” a las mezclas. Pinté sobre el papel más hermoso que he encontrado hasta el momento, el Canson XL Aquarelle. Sé que no es muy ortodoxo, pero me encanta como corre el óleo sobre este papel y la textura que deja. Les dejo abajo unas fotos del proceso.
No estoy muy segura de como sigue este camino, pero veo que una etapa, de aprendizaje y “estabilización” de esta vida freelance está concluyendo, y empieza otra en la que ya con un poco de experiencia, conjugo ambos mundos para que puedan coexistir y para que lo que quiero hacer empiece a tener un poco más de espacio.
Hace unos meses terminé de leer La utilidad de lo inútil, de Nuccio Ordine. Es un pequeño libro, muy bonito y lleno de reflexiones interesantísimas sobre el valor del conocimiento y las artes, más allá de su utilidad práctica inmediata. Ordine argumenta que nuestra sociedad actual, obsesionada con la productividad y el beneficio económico, ha perdido de vista la importancia de las actividades y saberes que no tienen un fin utilitario directo.
El libro recorre disciplinas como la literatura, la filosofía, las artes y las ciencias puras, que por lo general son consideradas "inútiles" en términos prácticos, pero que son en realidad fundamentales para el desarrollo humano, la creatividad y el pensamiento crítico.
Por supuesto que siempre ha sido difícil poder dedicarse enteramente a este tipo de disciplinas, y podría decirse que es un privilegiado quien puede vivir de hacer lo que ama. Pero, en un fragmento, el autor habla sobre cómo la lógica del mercado aliena y empuja a las personas a convertirse en mercancías del sistema. Claro que con esto no quiero decir que a partir de ahora voy a convertirme en Heidi y dedicarme a dibujar verdes praderas, pero sí siento que he perdido espacios de disfrute por lo que hago.
Por eso me gustaría incorporar prácticas que me sirvan como recordatorio de la importancia de nutrir la curiosidad y el placer por el hacer, más allá de las demandas del mercado laboral. Es en esos lugares donde intuyo que encontramos nuestra identidad.
Cada vez que termino un newsletter me pregunto, alguien llegará hasta acá? Si efectivamente alguien lo hace, como siempre: muchas gracias, y si tienen ganas, pueden escribirme contándome si algo de esto les resuena o ayuda de alguna manera, o contarme qué tipo de cosas esperarían encontrar también por acá.
Voy a estar leyendo y se los agradeceré mucho.
Hola! Llegué hasta acá 😊 te quiero y que suerte ser tu amiga ❤️
Re bonito Orne! Muchas gracias y muy valiente el sumergirte dentro tuyo y buscar siempre reconectar con tu esencia. Gracias por compartir!